No sé si se habrán dado cuenta al entrar a la página que he hecho modificaciones y le he añadido ciertas cosillas. De hecho, tengo que confesar, que me puse a hacer una investigación de mercado con respecto a otros blogs, para "obtener" nuevas ideas y ver más o menos cómo le hacen las personas que más asiduamente se dedican a estas publicaciones. No es robar ideas sino más bien es una técnica mercadológica llamada "benchmarking". ¿Ok?
Bien pues durante mi investigación de mercado me di cuenta que prácticamente mi página está en pañales ya que el número de entradas que tengo son enormemente menores que los que otros "blogeros" publican. Tras reponerme del asombro y preguntarme dónde carajos encuentran tiempo (e ideas) para escribir con tal extensión, me hice el propósito de ponerme al día y actualizar este espacio más frecuentemente.
Incluso, ya como extra, me di a la tarea de modificar un poquito la estructura de la página para hacerla más amigable para ustedes, mis queridos lectores: una navegación más ordenada, un título y orden cronológico de las entradas, y hasta un apartado donde pueden leer las noticias del momento. Como última cosa, para cerrar con broche de oro esta nueva "reforma" de mi sitio, pues resulta que me crucé con título que creo le queda como anillo al dedo a esta publicación: Una historia de una ida y una vuelta. De nuevo tengo que confesar que mi creatividad, salvo unos cuantos despuntes ocasionales, no llega a generar este tipo de ideas, sino que más bien lo saqué de la saga del Señor de los Anillos, escrita por J.R.R. Tolkien.
En fin, volviendo a lo que es pertinente a este blog, pues le toca el turno a mis aventuras por el bello país de los VW's, los embutidos y las cervezas. Así es, adivinaron bien: Alemania. De hecho, para ser más específico, estuve en el sur de Alemania, asistiendo a uno de los más importantes festivales del país, realizado año con año en las hermosas praderas de Bavaria: el Oktoberfest. Ampliando un poco la información, el Oktoberfest es una fiesta tradicional alemana que se lleva a cabo durante dos semanas entre el mes de septiembre y octubre, en la ciudad de Munich desde 1810. Atrae un promedio de 6 millones de visitantes anualmente, quienes junto los "locales" visten con los tradicionales Lederhosen (pantalones de cuero) y Dirndl (vestido tradicional de mujer) y beben cerveza a raudales. Incluso, para celebrar la ocasión, los cerveceros producen una "cosecha" especial de cerveza para la ocasión, llamada Wiesnbier, que contiene un porcentaje de alcohol más alto que las cervezas convencionales alemanas. Esto, aunado a música y bailes tradicionales, así como un ambiente amigable y alegre, garantiza al visitante pasar muy buen rato.
Llegando ya al tema de mi experiencia, pues resulta que tuve la genial idea de escoger un vuelo hacia Munich saliendo desde Barcelona, ya que por la disponibilidad/fechas y demás cuestiones era la opción más amigable para el bolsillo y con mejores horarios. Así que salí de Valencia al rededor de las 2 am, con el fin de llegar a Barcelona a las 7 am y tomar mi vuelo a las 10 am. Algo pesado el viajecito, pero una vez que llegué a Munich, me recogió mi novia y me llevó a su casa en Merching (pueblecillo a unos 50 km del aeropuerto), donde tuve la oportunidad de descansar. Para explicar el asunto de los lugares a dónde llegué me pareció que sería más práctico incluir un pequeño mapa donde se muestren los lugares en donde estuve, para no cansar al lector y facilitarme la redacción evitandoaburridas (y a menudo ininteligibles) explicaciones geográficas.
¿Qué fue lo que hice durante mi estancia? No es que no quiera contarlo, sino que siendo franco me he olvidado de los detalles cronológicos y entonces me resulta bastante complicado escribir una secuencia lógica de lo acontecido. Así que más bien puedo resumir que durante la semana, además de disfrutar de la deliciosa cocina de la mamá de mi novia, pues no hicimos mas que visitar unos cuantos sitios cercanos, como la ciudad de Augsburg y unos cuantos lagos cuyos nombres tienen demasiadas letras para escribirlos. También parte del tiempo estuvo dedicado a recoger a los amigos que, con ánimos de ir al Oktoberfest y reunirse con nosotros, llegaban a la ciudad pero con una gran diferencia de horarios. Así que mi itinerario estaba cubierto en su mayoría y el de mi novia y familia también.
El siguiente domingo, que por cierto era el fin de semana inaugural del festival, fue el día designado para ir a las "tiendas". Así que levántate temprano y toma el tren hacia Munich (no podíamos llevar el coche, porque ¿quién lo iba a manejar de regreso?) y llega a las tiendas a eso de las 9 de la mañana para poder agarrar lugar. Dicho y hecho, encontramos sitio en una de las tiendas y, junto con mi novia y dos amigas, nos sentamos a disfrutar de nuestra cerveza matutina. ¡Claro! Nunca es demasiado temprano para una cerveza.
Así transcurrió el día, entre las ocasionales entradas de las bandas de música, desfiles y demás pasadelas, mientras pasaban las horas y se vaciaban los tarros (cabe mencionar que son tarros de un litro de cerveza, por lo que no se acaban así como así, sino que toma tiempo terminárselos). Brindis, canciones, abrazos y ocasionales bailes sobre las mesas era el común denominador del ambiente y en general sólo había que dejarse llevar por los efectos de ese néctar de Orfeo para estar a tono y hasta cantar unas cuantas cancioncitas (aún si eran en alemán).
Por fin nos retiramos a eso de las 12 de la noche, con un hambre desgarradora y bastante contentos por el rato que pasamos dentro de las tiendas. Aunque creo que también el efecto de los 8 litros de cerveza que tomamos cada uno tenían algo que ver con el "peculiar" humor que teníamos esa noche. No creo que haga falta decir que al llegar a la casa dormimos a pierna suelta y no despertamos sino hasta ya entrada la mañana del siguiente día.
Al día siguiente, tras un fabuloso desayuno bávaro preparado por la mamá de mi novia, estábamos ya listos y repuestos para un día más en Alemania. Tengo que comentarlo, porque si no reviento, que asombrosamente ninguno de nosotros teníamos resaca, y el único efecto físico de la juerga anterior era el persistente sabor a cerveza en la boca. Debe ser una muy buena cerveza para que además de no pegarte la cruda y la sigas paladeando bastantes horas después.
En fin, no quiero ya alargar más el cuento, además que de tantos detalles ya me perdí un poquito. El hecho es que en los días siguientes, ya sin tanto frenesí de cerveza ni fiesta nos dimos a la tarea de en realidad conocer un poquito y hacer unas cuantas "visitas culturales". En general nos quedamos en la región y visitamos sólo los lugares a los que podíamos llegar en carro o en tren de corta distancia. Así que fuimos a Munich y Augsburg, además de unos cuanto pueblecitos por el camino, cuyos nombres se me escapan para poder escribirlos.
Prácticamente puedo resumir que los días siguientes se pasaron muy rápido y que no supe cómo pero me llegó la hora de regresar. Así que además de las despedidas con la familia Wittmer, la rutina de la empacada y los asuntos del abordaje al avión, no queda más que contar. Me gustaría realmente decir que ha sido uno de mis viajes preferidos, porque en verdad fue una gran sorpresa para mí ir a un país tan parecido a la imagen mental que todos tenemos, pero que a la vez la gente no es ni en lo más remoto parecida al estereotipo que también todos tenemos. Aquí sí que se aplica el dicho "caras vemos, corazones no sabemos".
Bien, pues me despido, dejándolos con un video que tomé en Munich, en Karlzplatz donde estaba una banda de música tradicional y empezaron a hacer este baile, conocido como Schuhplattler. Disfrútenlo.
Hasta luego