Es un poco extraño para mí el sentarme frente al ordenador (un término mucho más correcto que "computadora", según el Real Diccionario de la Lengua Española) y ponerme a pensar qué es lo que voy a plasmar en este espacio tan público y abierto. Incluso el hecho de tener que escoger las palabras y explayar mi léxico (rozando un poquito la exageración) es algo tan inédito para mí, como los trofeos de campeones son para el Atlas (lo siento papá, tenía que decirlo...), así que espero desempeñar una mejor labor que estos últimos con respecto a mi "aventurilla" literaria.
Ahora bien, con lo tocante a mis ires y venires en estos derredores, creo que los más lógico sería empezar por el principio:
Llegué a Valencia, España el 27 de agosto del presente, después de unas buenas 19 horas de viaje, de las cuales una muy buena parte consistieron en esperas y retrasos dentro de los múltiples puntos de mi trayecto. Como es de esperarse, las únicas actividades que hice a mi llegada fueron quitarme los zapatos y ponerme a dormir en mi pequeña habitación de un hotel en el centro de la ciudad. Sin embargo, entre el famoso "jet-lag", el cambio de horario, la emoción, los nervios y demás sandeces que se le vienen a uno a la mente cuando está solo en un lugar extraño, no pude dormir mucho y ya estaba activo al salir el sol del día siguiente.
No sólamente por la curiosidad de visitar la ciudad y conocer el lugar que sería mi hogar por los siguientes 10 meses, sino porque una de mis principales preocupaciones era precísamente conseguir un lugar dónde vivir durante este tiempo (y no precísamente la caja de cerillos que las personas de mi hotel llamaban habitación). Así que durante los dos días siguientes me dediqué a la casa de habitaciones en alquiler, pisos para compartir por todos los medios posibles. Una aventura un tanto cuanto "esforzada" puesto que el calor que hacía esos días en la ciudad era insoportable (40°C y 85% de humedad) y las caminatas largas y tediosas (pues no conocía la ciudad y no sabía cómo llegar de un sitio al otro), topándome con unas cuantas puertas cerradas (literal y figurativamente hablando). Sin embargo, por fin topé con el buen Don Eugenio, quien después de unos minutos de negociación, me dio las llaves de mi muy bien ubicada habitación, a un precio bastante accesible (incluso aún para el estándar europeo).
Sin ánimos de meterme mucho en el asunto sentimental y tratar de ganarme la empatía de mis lectores con externalidades de mis sentimientos como "no saben cuánto agradecí el por fin tener un lugar dónde vivir" o "fue la primera noche que descansé como se debe", tengo que decir que no saben cuánto agradecí el por fin tener un lugar dónde vivir. Tanto, que fue la primera noche, desde mi llegada, que descansé como se debe.
Mi habitación es un pequeño cuarto de 3 x4 m, en un 4° piso de un edificio, diría yo, bine conservado, para ya tener algo de tiempo de haber sido construido. La ubicación, en verdad envidiable: un supermercado en la esquina, dos avenidas principales a dos cuadras, dos estaciones de metro a 3 cuadras, la universidad a 20 min y la playa a 30 min. Además, comparto piso con una pareja de marroquíes que han vivido en España por más de 7 años ya: Zahid y Zineb. Los dos son muy buenas personas y no tengo ninguna queja de ellos más que su afición por acumular "tiliches" de tal manera que el piso parece más una caravana árabe que en verdad un lugar para habitar.
Después de la mudanza y demás, tuve un tiempo para recorrer la ciudad, puesto que la universidad no comenzaba sino hasta una semana después. Además, como algo que se debe tener muy en cuenta respecto a las vacaciones de los españoles, NADIE trabaja durante agosto, puesto que es la temporada de vacaciones que se da por ley y por ende el personal en la universidad no se iba a dignar a recibirme ni atender mis dudas, habiendo yo cometido el gravísimo error de llegar en agosto, mientras que ellos no regresaban a laborar sino hasta el 3 de septiembre.
Sin embargo, no me quejo, ya que esos días que tuve libres me dieron la oportunidad de en verdad conocer el lugar. De hecho, a Valencia no puedo mas que describirla como una ciudad de contrastes: en un lado se ven edificios góticos de influencia morisca de hace más de 10 siglos, como los nuevos diseños arquitectónicos modernistas muy al estilo Calatrava.
No obstante, el rasgo más distintivo de las personas en Valencia es precísamente que no tienen ninguno: la diversidad aquí es tal que, me atrevo a decir, que al caminar por la calle el idioma que se percibe cada vez menos es el español, por los muchos habitantes extranjeros que habitan aquí. Aunque no es posible escapar totalmente del tradicionalismo español, por lo que siempre se ven en la tarde a las personas tomándose una copa (o dos) en el bar de la esquina, la gente que se toma después de la comida su hora de siesta, las señoras preparando la paella para 35 personas (el tamaño de la olla es impresionante), los fanáticos del Valencia C.F. viendo el partido en el bar de la esquina con una copa (o dos, o tres), los almuerzos populares de 2 mini bocatas y un cortado (tortas y café, en lenguaje mexicano) y en general, todas las pequeñas cosas que representan la verdadera vida y cultura de un país.... Creo que la palabra adecuada es folklore, pero para ser sincero no soy muy articulado y además me he excedido en la extensión de esta entrada (demasiadas letras para un ingeniero) así que por el momento, mi intervención se queda aquí.
Hasta pronto