11.- Crónica de una valenciada (Parte 3)

Valencia es una de las ciudades con las que me he topado con mayor actividad durante toda la semana, sin excepción. Tanto fiestas en pisos, como en bares, como festivales, obras de teatro, películas, conciertos y demás actividades para ERASMUS o no ERASMUS inundan los carteles en la calle y las bandejas de entrada de los correos electrónicos. Llega incluso a ser difícil elegir qué hacer cada noche, puesto que siempre está la típica "me gustaría ir al concierto de flamenco, pero me invito mi amiga X y no le puedo quedar mal".

Ni empezar por las tan consabidas tradiciones diarias de la comunidad extranjera y local que se cumplen cual mandamientos de una religión y a las que todo mundo acude y siempre comienzan y terminan del mismo modo. El lunes a la bodega y al Studio; miércoles de salsa en Caribbeans; jueves de Café Cantante, etc. Un día vas con las chicas alemanas, el día siguiente con los compañeros de clase, el otro día con los compañeros del trabajo o incluso con un amigo a tomarse "una" cerveza. La compañía nunca es problema en este tipo de lugares dado a que, al cumplirse la tradición a rajatabla, siempre es posible encontrar a alguien conocido que acudió al lugar por si alguien conocido iba. Además siempre alguien lleva a la amiga de alguien y el círculo de los "tradicionalistas" se incrementa.

Pues el caso de la invitación de Nefis es la tradición del lunes de bodega a beber sangría y después, si hay ánimos y ambiente, al Studio a bailar un poco. Además, si mal no recuerdo, el lunes pasado quedé en llevar la guitarra para armar un poco de ambiente bohemio en la bodega (aún con las recurrentes quejas del dueño que simplemente está amargado y no le gusta que la gente se divierta) así que no puedo faltarle a mis fans. De hecho necesito ensayar un poco antes de ir para allá, acordarme de las letras y poner a punto la afinación de mi guitarrita. Así le digo, puesto que no le he puesto nombre: es un regalo para mi hermana y todo músico sabe que no se le debe poner nombre a un instrumento que no es el propio, ya que sólo la uso durante mi estadía en Valencia.

En fin, ya es media hora después de la hora que acordamos, mas como todo mundo sabe, las horas aquí son efímeras. Media hora después es todavía a tiempo de acuerdo a los horarios ibéricos, por lo que todo mundo está acostumbrado y no hay problemas. De hecho este retraso significa que Nefis y Jan ya se tomaron unas dos cervezas y están muy a gusto sentaditos esperándome (quién diría que un alemán es capaz de esperar por más de diez minutos sin cabrearse). Entonces hago mi triunfal llegada y en efecto como lo sospeché el dueño no está muy contento de verme llegar con mi guitarra a cuestas porque sabe que de un momento a otro alguien va a decir "toca una canción" y a partir de ahí pierde el control del local (aún cuando por lo general en esos momentos el consumo de alcohol se eleva en un 100%). Sin embargo me deja pasar y me dirijo directamente a la mesa con mis cuates quienes como lo sospechaba ya se me han adelantado en el consumo de las libaciones de Baco y muestran la tan conocida "cara roja" producto de los sendos vasos de sangría.

Ni corto ni perezoso apuro mi vaso del mismo modo y platicamos un poco de lo acontecido durante el día mientras somos interrumpidos por las personas que van llegando y nos saludan o que simplemente necesitan pasar por estos estrechos corredores de la bodega donde estamos sentados. No falta mucho para que pegue la hora pico y todo esté abarrotado, por lo que pedimos otra ronda más mientras se puede tomar a gusto y nos acomodamos lo más posible con el arribo de la segunda oleada de nuestros invitados: la chica noruega, mi buen amigo chilango y demás personalidades que respetan la tradición. "¿Sabes tocar?" Me pregunta Annabelle la chica alemana que estudia farmacología. "¿Puedes tocar algo para nosotros?". "Claro que sí. De hecho creo que conoces esta canción" digo yo, mientras empiezan a sonar los acordes de "Marmor Stein und Eisen bricht" una de las canciones sesenteras más emblemáticas del pueblo alemán. Algo así como un "Ya lo pasado, pasado" de José José en lenguaje teutón, para que me entiendan.

Mas los italianos no se pueden quedar atrás por lo que ellos también entonan sus cánticos con la agradable animación de dos chicas boloñesas bailando cerca de las mesas. ¿Y los españoles? Pues un chico me pide la guitarra y entona "La flaca" por Jarabe de Palo, con bastante maestría obteniendo el aplauso de todos. Pero nada sobrepasa el sonoro clamor que evocan las primeras líneas de: "Para bailar la bamba…" y desde luego los contoneos de caderas de mis vecinas del país de las pizzas y las pastas. En general todo mundo la pasa bien y todo es risas, bailes y cantos en todos los acentos y tonos posibles.

Desafortunadamente esta sublime expresión de hermandad que cruza fronteras se ve interrumpida por el "amable" dueño del bar quien nos convence a base de improperios y maldiciones a que llevemos la fiesta a otro lado. So much for Spanish kindness.